Posadas, Misiones - Paseo Bosetti - Estatua del Matero



El predio fue donado por la familia Bosetti a la ciudad de Posadas. Este espacio fue revalorizado con la instalación de artesanos y frecuentes actos culturales. Se destaca la estatura "El Matero" del escultor Geronimo Rodriguez.
Compartir ahora:

Loreto, Misiones. La cuna del arte tipográfico.




Los jesuitas llegaron a construir una imprenta con madera noble de las selvas misioneras para la edición de obras religiosas.
El éxito de la empresa misional de la Compañía de Jesús entre los guaraníes fue posible merced a la armonía de las relaciones entre sus protagonistas. En las Misiones Jesuíticas nació una nueva cultura: la cultura guaraní-jesuítica, donde cada uno aportó parte de lo suyo para que esta experiencia se constituyera en el más célebre ensayo de la Iglesia Católica en todo el territorio hispanoamericano. Los curas buscaron no sólo la cristianización del pueblo guaraní sino también su urbanización y, en cierto modo, también la europeización de ciertas costumbres.
Para el logro de estos objetivos los sacerdotes se valieron de variadas e importantes estrategias, posibles por la amplísima formación general que cada uno de los curas portaba. Eran arquitectos, escultores, ingenieros, pintores, músicos.
Las Misiones se constituyeron en la sociedad mejor organizada, más densamente poblada y la región por lejos más productiva de todo el territorio rioplatense durante el siglo XVIII. Y en las propias Misiones se construían los elementos necesarios para el desarrollo de los pueblos. Así, por ejemplo, cuando fue necesario el hierro para la construcción de las principales edificaciones del pueblo de San Juan Bautista, uno de sus fundadores, el Padre Antonio Sepp no dudó en echar mano de la piedra tacurú para utilizar las menas de hierro que poseen este tipo de minerales y construir un horno de fundición de hierro en el medio de la región misionera. Con ello dejaron de depender del costoso y lento trámite del envío de clavos, herramientas y demás enseres de hierro desde España.
Pero también fue necesaria la edición de libros para agilizar la enseñanza del cristianismo, sobre todo a partir del momento en que las Misiones iniciaron un crecimiento acelerado de su población. Y para su concreción pusieron manos a la obra dos sacerdotes en los albores del siglo XVIII. En el mismo año de 1700, los padres Juan Bautista Neumann y José Serrano, crearon una imprenta en el pueblo de Loreto. No fue la primera en territorio americano. Hubo imprentas anteriores en México desde 1533. Pero traídas de España.
 Las autoridades del Virreinato rioplatense recién se preocuparon por tener una imprenta en Buenos Aires en 1780, cuando hacía 80 años que había sido fabricada la imprenta misionera. Y de la que echó mano el virrey Vértiz para imprimir los papeles oficiales del Virreinato era una imprenta que habían construido los jesuitas en la Universidad de Córdoba en 1765.
El lugar de origen de la primera imprenta guaraní-misionera es el pueblo de Loreto. Lo afirma el padre Guillermo Furlong, principal historiador de las Misiones Jesuíticas, quien también nos brinda los datos de sus creadores, Neumann y Serrano, austríaco el primero y andaluz el segundo.
Nacido en Viena el  7 de enero de 1659, el padre Neumann vino al Río de la Plata en 1690. Además de fundador de la primera imprenta, fue uno de los heroicos exploradores del río Pilcomayo cuando se intentó unir las Misiones de guaraníes con las de Moxos y Chiquitos. En ese intento falleció en Asunción el 5 de enero de 1705 afectado de disentería.
El padre José Serrano, nacido en Antequera el 12 de mayo de 1634, llegó al Río de la Plata en 1658 con sólo 24 años. Estudió en el Colegio Máximo o Universidad de Córdoba ordenándose allí de sacerdote en 1662. Fue Superior de la Orden, a cargo de la Provincia Jesuítica del Paraguay entre 1690 y 1694. Murió a los 79 años en 1713 y está enterrado en Loreto.
Fueron estos curas los fundadores del arte tipográfico en las Misiones. Armaron una prensa con maderas nobles de las selvas misioneras, fundieron los tipos necesarios y publicaron los primeros libros argentinos. El primer libro editado por esta imprenta data de 1700 y fue una traducción del Martirologio Romano hecha por el mismo Padre Serrano.
 En los inventarios de los pueblos, en 1767 aparecen ediciones de esta obra en muchos de ellos. Otra obra del padre Serrano fue el Flos Sanctorum también traducida al latín y al guaraní. Y también la traducción al guaraní de la “Diferencia entre lo temporal y eterno” del padre Nierember se la atribuye a Serrano. Ambos curas estaban en ese año en Loreto y es más que probable que allí haya sido construída la prensa ideada por Neumann. Por eso Loreto es la cuna del arte tipográfico en Argentina.
El padre Furlong, que conoció la imprenta y estuvo en el equipo que la restauró a mediados de la década de 1940, indica que es infundado aquello de que se construyeron tipos de madera y, al resquebrajarse algunos de ellos hacían muy difícil la lectura de las impresiones. Los tipos eran de una amalgama de estaño y plomo. Sólo el papel era importado de Europa. La tinta se la hacía con una mezcla de varias hierbas, sobresaliendo la yerba mate. La imprenta tuvo licencia para imprimir, como se requería en la época. Se la dio en Lima el 5 de setiembre de 1703, como consta en el Prólogo de la “Diferencia entre lo Temporal y Eterno”.
¿Hubo sólo una imprenta?. En los libros publicados aparecen varios lugares. Por ejemplo “Impreso en las Doctrinas en 1705”, o “En el pueblo de Santa María la Mayor. El año de el Señor de 1724” o “En el Pueblo de San Javier de 1727”.
La hipótesis de Furlong es que hubo sólo una imprenta, que se la trasladaba a los pueblos mencionados donde se imprimieron las obras, pero varios tipógrafos en los pueblos, donde existían colecciones de caracteres tipográficos. Por eso, si por imprenta se entiende al conjunto de partes para imprimir: la platina, el cuadro o frasqueta, el árbol o tórculo, con su mesa y bisagras hubo sólo una, ambulante. Ahora, si por imprenta se entiende al taller donde unos oficiales fabrican tipos, los escogen, los alinean, disponen en páginas, en espera de la imprenta ambulante, hubo varias imprentas en las Misiones. Los jesuitas fueron expulsados en 1767 por Real Providencia de Carlos III. La imprenta fue enviada a Buenos Aires y en 1890 se la destinó al Museo Histórico Nacional.  En 1942 pasó al Museo del Cabildo donde se la restauró por disposición del famoso historiador Ricardo Levene con el asesoramiento del P. Furlong.

Fuente: Diario El Territorio.
Compartir ahora:

* Monte Seguin - Un Relicto Natural en Puerto Rico



Un relevamiento de flora y fauna en el predio de 300 hectáreas lindantes con el Río Paraná denominado Monte Seguín, del municipio de Puerto Rico, registro numerosas especies de aves, mamíferos, arboles de gran porte, orquídeas terrestres y epífitas, como así también plantas frutales y medicinales nativas que habitan en la zona.

El sitio cuenta con una gran diversidad de ambientes, la mayoría de ellos en excelente estado de conservación; otros albergan rastros de los primeros habitantes de la zona, tales como un antiguo cementerio y restos de lo que fuera uno de los primeros puertos del Alto Paraná. El sitio cuenta con varios arroyos que nacen en el interior de la masa selvática, dejando ver la belleza de nuestros ambientes naturales.


Compartir ahora:

*El repoblamiento correntino del sur de las Misiones

Hacia 1830 el sur de las Misiones, entre el Aguapey y el Miriñay se hallaba despoblado. A partir de entonces el estado correntino mediante una firme política de tierras sustentada en el sistema de enfiteusis reocupó ese antiguo territorio misionero.

"...el territorio de las Misiones Orientales, donde los Jesuitas habían fundado siete pueblos (San Borja, San Miguel, San Lorenzo, Santo Angel, San Nicolás, San Luis Gonzaga y San Juan Bautista), fue ocupado a partir de 1801 por parte del Imperio portugués y consolidado su poblamiento a partir del otorgamiento de títulos de propiedad de grandes terrenos. Con el tiempo se creó allí, al igual que en la vecina Corrientes, un tipo de vida semifeudal que le dio ciertas características autonómicas tanto a la región occidente de Rio Grande do Sul respecto al Imperio lusitano, como a Corrientes en su relación con el Gobierno nacional. Culminadas las guerras con Andrés Guacurarí, el imperio luso-brasileño consolidó la frontera sobre el río Uruguay con la intención de avanzar más allá, sobre el viejo territorio meridional de las Misiones, abandonado por su gente después del período artiguista.
Pero al otro lado del Uruguay se encontró con la firme actitud de Corrientes, que también tenía sus pretensiones en el territorio desde el río Miriñay al norte. El estado correntino hacia 1830 era prácticamente el único que gozaba en el Litoral de cierta estabilidad económica y político-institucional. El poblamiento efectivo de Corrientes se fue concretando a partir de una coherente política territorial de sucesivos gobiernos desde fines del siglo XVIII. Para el momento de la disolución de las Misiones, en 1830, las fronteras interiores de esa provincia llegaban hasta el río Miriñay, donde se explotaban enormes estancias ganaderas con propietarios por lo general curuzucuateños.
Por ello, el proceso ocupacional que se dio en las Misiones del Sur, donde se habían fundado en épocas jesuíticas los pueblos de Yapeyú y La Cruz, despoblados totalmente hacia 1830, obedeció a una clara política de repoblamiento por parte del Gobierno correntino de Pedro Ferré. 
La ocupación correntina se fundó en un decreto ordenado por el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas, en 1814, que incorporaba Misiones al estado correntino, dada su grave decadencia general, decreto que nunca se llevó a cabo merced a la ruptura de relaciones entre Artigas y el Gobierno directorial y la creación de la Liga de los Pueblos Libres, de la que formó parte Misiones. Pero la Sala de Representantes de Corrientes desempolvó ese documento en 1832 para darle cierta legalidad a la ocupación del espacio misionero meridional.
El poblamiento correntino fue precedido de la fundación de nuevos pueblos. En 1828, sobre la vieja estancia de La Merced, creada por Juan de San Martín en 1777, Corrientes fundó el puerto de Paso de los Higos, base de la actual ciudad de Monte Caseros. Ello le posibilitó a Corrientes poseer un puerto sobre el río Uruguay en momentos en que el comercio yerbatero abría enormes posibilidades. Un año después fue fundada Pay Ubre (actual ciudad de Mercedes) para consolidar el poblamiento cercano al Iberá y, en 1830, la vieja reducción jesuítica de La Cruz fue repoblada para afianzar el poblamiento al norte del Miriñay.
El sistema de distribución de tierras fue a través de enfiteusis o arriendos, mediante un cánon anual del 2%. Pero la enfiteusis no implicaba la adquisición en propiedad de esos campos, lo que quedaba como derecho del fisco. Este se beneficiaba con el cánon que recaudaba en forma anual y, geopolíticamente, con el afianzamiento de la ocupación de ese disputado espacio fronterizo. Recién cuarenta años después, nuevas leyes beneficiarían a los pioneros ocupantes de esos terrenos. 
Promulgada la Ley de Enfiteusis en Corrientes, el 3 de julio de 1830, un lustro después, hacia 1835 gran parte del área de las antiguas Misiones del sur, entre el Miriñay y el Aguapey se hallaba ocupada por ganaderos correntinos en su mayoría antiguos pobladores del departamento de Curuzú Cuatiá.
Al norte del Aguapey el poblamiento efectivo se vio demorado un par de décadas más, debido al dominio militar ejercido por el Paraguay que había creado una ruta comercial entre Trinchera de San José y el Puerto Hormiguero, sobre las ruinas de la antigua Santo Tomé".

Fuente: Diario El Territorio.
Compartir ahora:

* La colonización de América del Sur . Otros Pueblos Jesuitas



En el oriente boliviano florecieron diez pueblos administrados por los jesuitas en forma paralela a la evangelización de los guaraníes en el Paraguay. Fueron las Misiones de Chiquitos, hoy Patrimonio Cultural de la Humanidad.

La cercanía con las ruinas de aquellas formidables ciudades de piedra construidas por guaraníes y jesuitas hace ya cuatro siglos nos involucra demasiado a esta experiencia misional, la más importante de la Iglesia en tierras hispanoamericanas. Pero es necesario saber que no fue la única exitosa aventura de los padres de la Compañía de Jesús por estas tierras del sur sudamericano.
Tan importante como la historia de los 30 pueblos de la Provincia del Paraguay fue la cristianización de los indios chiquitos en el este de la actual Bolivia, cerca de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Un poco más al noroeste también se desarrolló otro capítulo brillante de la historia evangelizadora de los jesuitas, la labor misional con los Moxos, tema que atenderemos en próximos artículos.
En la Chiquitania florecieron diez pueblos a partir de 1690, es decir, 80 años después de fundada la Provincia del Paraguay.  En aquellos tiempos, estando los pueblos guaraníes en pleno florecimiento, los jesuitas, preocupados en llevar el evangelio a todas las regiones, se dirigieron al interior del Chaco paraguayo con la intención de incorporar a los Chiriguanos al proceso evangelizador. Pero este objetivo fue desviado hacia los chiquitos, aparentemente motivados por el gobernador de Santa Cruz, don Agustín de Arce quien prestó la ayuda necesaria para tal fin.
En 1691 dos religiosos, el padre Francisco de Arce y el hermano Antonio de Rivas, recibieron la orden del padre Provincial del Paraguay, Gregorio Orozco, de recorrer la región de los chiquitos partiendo de Santa Cruz hacia la ribera del río Paraguay donde se encontrarían con otros siete padres de la Compañía. El objetivo era hacer efectiva una conexión fluvial entre los chiquitos y los pueblos de guaraníes. Esa expedición fracasó por haberse realizado en época de persistentes lluvias. Pero permitió una mayor estancia con los chiquitos quienes atravesaban momentos de angustia por una grave epidemia de viruela. La buena disposición de estos dos religiosos permitió la fundación del primer pueblo entre estos indígenas, en ese mismo año de 1691, dedicado a San Francisco Javier, uno de los fundadores de la Compañía. Con el tiempo la Provincia de Chiquitos, fundada a partir de este primer pueblo, contaría con otras nueve misiones: San Rafael (1696), San José (1698), San Juan (1699), Concepción (1709), San Miguel (1721), San Ignacio (1748), Santiago (1754), Santa Ana (1755) y Santo Corazón (1760).
Estos pueblos crecieron y se desarrollaron durante el siglo XVIII siguiendo los dos principales objetivos de los jesuitas: la europeización material de los indios y su cristianización. La expulsión de 1767 encontró a estas comunidades en pleno apogeo. No obstante, al igual que lo ocurrido entre los guaraníes, en muy poco tiempo se produjo un proceso de desintegración. Pueblos como Concepción, uno de los más importantes, que llegó a tener más de 4000 habitantes en la década de 1730, al momento de la expulsión contaba con unos 3000 indios. Pero dos décadas después, en 1791 los habitantes habían descendido a 1500.
Ocurrió que los pueblos se transformaron en encomiendas, es decir al servicio de funcionarios, dignatarios eclesiásticos y gobernantes españoles. Los indios cayeron bajo la servidumbre de las autoridades españolas. La producción decayó hasta el punto de que los pueblos no cubrían las tasas necesarias para el mantenimiento de los  funcionarios. Muchas familias jóvenes se fugaron de los pueblos.  Y aquellos que quedaron sufrieron la dependencia de las autoridades locales. De los abusos de autoridad hacia los indios y de los enriquecimientos personales de los funcionarios existen gruesos volúmenes de documentos. Esta situación se agravó hacia 1850 cuando los indios chiquitanos fueron liberados del servicio comunitario pero sometidos a una nueva expresión de vasallaje al ser  distribuidos para los “servicios personales” de los hacendados y mineros de la zona.
 Una historia, en definitiva,  muy parecida al destino de los pueblos guaraní-misioneros después de la expulsión de los jesuitas. Pero existe una enorme diferencia entre la suerte corrida por los pueblos chiquitanos y los guaraníes. En la Chiquitania no existieron luchas y guerras como las que desangraron y destruyeron Misiones después de la Revolución de Mayo. En las misiones bolivianas los pueblos no fueron arrasados, incendiados, destruidos.  Allí los pueblos pasaron por épocas de abandono y preocupación, pero no quedaron en ruinas. Ello ha permitido que hoy algunos de esos pueblos hayan sido restaurados y considerados por la UNESCO como patrimonio cultural e histórico de la Humanidad y sean uno de los mayores atractivos turísticos de Bolivia.

Por Alfredo Poenitz
Historiador

Fuente: Diario El Territorio
Compartir ahora:

Radio Vecinal

ARCHIVO