Por Alcides Cruz
Desde el principio del Edén uno imagina la relación del hombre con otras especies; diríamos que está incorporado en las mitocondrias. Para nada exageramos que las mascotas representan un grado y una parte de nuestro transcurrir evolutivo, por las eras geológicas y antropológicas. En nosotros, hay un mono, un león, un perro, un gato, y hasta algún "insecto". Valga la ironía o el eufemismo. A veces nuestros comportamientos son similares al estadío animal, para bien o para mal. Y los animales tienen su "psicología de comportamiento" en la que hacemos un paralelismo entre las descripciones freudianas, lacanianas, etc. Los animales que llevamos adentro son los eslabones perdidos que hoy no se encuentran y sin embargo están cerca nuestro. Imagínense por ejemplo que cuando estamos en la panza de nuestra madre somos casi peces, y de un momento a otro pasamos del estado anfibio al de los vertebrados: tomamos las teta, gateamos, balbuceamos...somos inocentes; luego crecemos en las complejidades humanas del presente, y vamos dejando poco a poco aquellas capas zoológicas. Cuando nos abandonamos al amor o el cerebro regula nuestro sistema involuntario, cuando dormimos quizá, el ser humano retorna a la esencia magnífica que nos representa en la pirámide de lo que vive en el Planeta.
Desde el principio del Edén uno imagina la relación del hombre con otras especies; diríamos que está incorporado en las mitocondrias. Para nada exageramos que las mascotas representan un grado y una parte de nuestro transcurrir evolutivo, por las eras geológicas y antropológicas. En nosotros, hay un mono, un león, un perro, un gato, y hasta algún "insecto". Valga la ironía o el eufemismo. A veces nuestros comportamientos son similares al estadío animal, para bien o para mal. Y los animales tienen su "psicología de comportamiento" en la que hacemos un paralelismo entre las descripciones freudianas, lacanianas, etc. Los animales que llevamos adentro son los eslabones perdidos que hoy no se encuentran y sin embargo están cerca nuestro. Imagínense por ejemplo que cuando estamos en la panza de nuestra madre somos casi peces, y de un momento a otro pasamos del estado anfibio al de los vertebrados: tomamos las teta, gateamos, balbuceamos...somos inocentes; luego crecemos en las complejidades humanas del presente, y vamos dejando poco a poco aquellas capas zoológicas. Cuando nos abandonamos al amor o el cerebro regula nuestro sistema involuntario, cuando dormimos quizá, el ser humano retorna a la esencia magnífica que nos representa en la pirámide de lo que vive en el Planeta.
